sábado, 27 de noviembre de 2010

MI ÚLTIMA GRAN CITA CON LA NATURALEZA. LAS MARIPOSAS MONARCA







No he querido dejar escapar la oportunidad de estar en México y ver el espectáculo de las mariposas monarca. La mariposa monarca tiene muchas particularidades que la diferencian de otras mariposas, pero quizá la más significativa es que su ciclo vital en vez de ser de entre 2 a 6 semanas que es lo normal en estos insectos, es de 9 meses, con lo cual tienen tiempo de emigrar. Pero no todas las monarca son así, esa longevidad se da sólo en generaciones alternas y a las generaciones longevas se les llama “generaciones Matusalén”. Los padres y los hijos de las Matusalén tienen un ciclo vital de más o menos un mes y sus migraciones son cortas, sin embargo a las Matusalén les da tiempo a ir a México a desarrollarse y aparearse y volver para poner los huevos. Todos los años entre noviembre y marzo, unos cien millones (100.000.000) de estas mariposas emigran desde Estados Unidos y Canadá a las montañas del estado de Michoacán unos 4.000 km más al sur para escapar del frío.

Están recién llegadas de su largo viaje, han pasado las últimas cuatro semanas recorriendo unos 120 km diarios y el hecho de cómo consiguen volver a los mismos sitios año tras año sigue siendo un misterio. Estas mariposas son muy sensibles a la temperatura y no quieren ni frio ni calor. Están más o menos hibernando y tienen poca actividad, solo se mueven cuando el sol las calienta que bajan de los árboles a beber y alimentarse. Viven en unos bosques a unos 3500m de altitud y se agrupan en colonias de varios millones de individuos pero no se empiezan a ver hasta que llegas a la colonia.

Lo primero que notas al llegar es que los pinos dejan de ser verdes, sino más bien de un color anaranjado grisáceo (el color del envés de las alas) y cuando te acercas te das cuenta que realmente no estás viendo los pinos sino millones de mariposas forrándolos. Son tal cantidad que al posarse en las ramas, a pesar de lo pequeñas que son, las acaban venciendo con el peso que integran. Son millones de mariposas y cunden. Cuando el sol calienta abren sus alas para recibir toda la radiación y entonces el paisaje cambia de color y se vuelve naranja vivo. Y cuando por fin han recibido suficiente calor arrancan a volar y entonces lo llenan absolutamente todo.

A finales de febrero y en marzo, los días se alargan y el sol calienta más propiciando su madurez sexual, entonces es cuando se ven los vuelos nupciales en los que el macho vuela sujetando las alas de la hembra con sus patas delanteras. De hecho, esta época del año es la más propicia para visitarlas porque tienen una actividad mucho mayor que en los meses fríos o que en noviembre que son alevines y están recién llegadas

Su color naranja avisa de su toxicidad y es que han generado un mecanismo de defensa que es comer una planta tóxica en su estado de larva para volverse tóxicas ellas mismas y así reducir el número de sus depredadores. Aun así, hay dos que en esta época del año se dan el gran festín. El primero es un ratón que se ha hecho inmune al veneno y el segundo es un pájaro listo, que ha aprendido que el veneno está en la cabeza de la mariposa y lo que hace es comerse solamente el abdomen, dejando el resto de la mariposa viva pero con las horas contadas (no es raro ver “medias mariposas”).

Otro de los grandes espectáculos del viaje.

lunes, 22 de noviembre de 2010

YA TENGO EL BILLETE DE VUELTA



Ya tengo billete de vuelta y a esto le quedan días. Ahora, más que nunca, me gusta comparar nuestro plan original de viaje, con lo que ha sido la realidad final. En esencia, hemos respetado la estructura de continentes, pero hemos cambiado algunos países por otros y hemos “encajado” doce países más de los previstos.

Se me hace raro, pero el otro día en casa de mi amigo Duffy me compré mi billete de vuelta. Salgo el día 1 de diciembre de madrugada de Ciudad de México y voy a tener unas horas para darme un paseíto por Bogotá. Irónicamente, Colombia ha estado muy presente en nuestro plan de viaje pero al final no ha podido ser.

La verdad es que también se me hace raro que mi “escaqueillo” de surf se termine y pensar que en poco tiempo estoy volviendo a la realidad. Pero la perspectiva de estar en casa y ver a todo el mundo me apetece mucho, así que estoy viviendo estos, ya mis últimos días de viaje, con mucha ilusión.

martes, 16 de noviembre de 2010

MI AMIGO DUFFY



Tras 15 horas de viaje, llego a una playa que me habían dicho que era fantástica. Yo vengo precisamente de otra playa mucho más que fantástica y tengo las expectativas altas. Lo que me encuentro al llegar que es una playa muy parecida a lo que surfeamos en casa y la estancia algo más cara de lo que me gustaría. Con el paso cansado, voy reconociendo el territorio y me planteo irme más hacia el norte hasta la siguiente zona de olas, abandonando ésta. Por aquí hay otras olas famosas pero con el cansancio y la decepción decido irme y ya está. En eso que hablando con una taxista que me había visto antes por la mañana me pregunta

-“¿Ya te vas?”

Y le cuento que esperaba algo mejor y que el sitio es caro y ella me dice

-“Pero por qué no pruebas esta playa y esta otra que están cerca y son buenas. Desde aquí hay muchos que van para allá. Mira; precisamente ese carro va para allá”

Reacción culebrera inmediata y le digo al del coche que me lleve. Resulta que va a una de las playas más famosas de la zona. De inmediato cambio mi plan de irme y puedo darle una oportunidad a la zona, cosa que me gusta porque ya que estoy, aquí quiero saber cómo son las olas. Al llegar a la nueva playa, me cojo una habitación y me voy a surfear. La ola es una perfección absoluta, pero para aprender. Yo me divierto un rato pero necesito algo más de acción. Así que cuando me salgo del agua, me lo tomo tranquilo, descanso y decido retomar mi plan de cambiar de zona al día siguiente.

Me despierto tempranito y como la operación de ayer me salió bien, le hago dedo al primer coche que pasa, que además lleva tablas de surf, con la única intención de que me saque a la carretera general y allí coger un bus hacia el norte. Resulta que es un tío fantástico de Estados Unidos y rápidamente nos ponemos a charlar. Le cuento un poco mi historia reciente, mi viaje en general, mis planes de surf y entablamos una conversación muy amena. Él, viene de su casa (que está precisamente en la primera playa a la que llegué ayer) y va de camino a surfear a la otra playa mega fantástica de la zona, pero ha entrado en ésta otra a soltar a unas amigas que están aprendiendo. El caso, es que antes de llegar a la carretera me dice

-“¿porqué no te vienes a surfear la mega ola conmigo y después te suelto otra vez para que sigas tu camino?

Suena que te cagas y por supuesto no me lo pienso. La ola a la que me lleva es muy conocida en la zona, pero con un acceso difícil de 4x4 a la que si no te llevan no llegas. Es una izquierda que parte en una punta de tierra y tiene el fondo de cantos rodados; esas características son garantía de perfección. Al llegar vemos que no hace viento y que no hay demasiada gente en el agua. Ya me estoy relamiendo, “me voy a poner morao”. El baño dura unas dos horas y media cumple con las expectativas; es de los mejores baños que me he dado últimamente y eso que todos han sido muy buenos.

Salimos del agua y Duffy me propone pasar por su casa, comer algo y después llevarme al pueblo al que yo quiero ir y él aprovecha porque tiene que ir a sacar dinero. Sigue sonando bien. Volvemos a la playa en la que estuve ayer por la mañana, pero ahora la veo de otra forma. Su casa es de no creérselo, en primera línea de playa, con un olón rompiendo enfrente, con una piscina con borde de rebose que desde dentro confundes el azul de la piscina con el azul del mar, etc., etc., etc. El hecho es que al final me invitó a dormir y al día siguiente surfear otra vez y aprovechar el viaje al aeropuerto para dejar a sus amigas para soltarme a mí. Esa misma tarde cogimos unas tablas de “stand up paddle” (tablas de surf más grandes para ir de pie con un remo) y nos llevó a una laguna cercana llena de pájaros e iguanas enormes, una preciosidad de paseo. El hecho es que he pasado 3 días con Duffy, a cuerpo de rey, surfeando una ola fantástica y pasando ratos muy buenos con él. Son las cosas que pasan en este tipo de viaje. De pronto tienes un golpe de suerte y las cosas cambian de estar regular a estar mucho mejor de lo podías esperar.

Thank you very much my good friend Duffy.

martes, 9 de noviembre de 2010

¿PACÍFICO, ATLÁNTICO, ÍNDICO, CARIBE…?











En cuanto a playas increíbles hemos abierto un buen capitulo en este viaje. Plantearse dónde hemos visto las mejores playas es complicadísimo y creo que además estéril. Yo mantengo la teoría de que no se puede comparar, por ejemplo Paris con Londres y determinar cuál es “mejor”. Me gusta Paris y me gusta Londres y no establezco clasificaciones ni ninguna “gana” a la otra, lo que si me pasa es que a veces me apetece ir más a un sitio que a otro. Lo mismo me pasa con lo de las playas, dejo los “rankings” para los americanos y me quedo con todas (hasta con la de la Malagueta).

En este año, más de una vez hemos llegado a playas que nos han dejado callados un buen rato. Es una sensación curiosísima cuando la belleza natural te sobrecoge de tal forma que optas por quedarte un rato en silencio dejando que todo ese entorno vaya permeando en ti a través de los sentidos y solo al rato acabas lentamente diciendo algo tan profundo como “vaya tela…”

Esto nos ha pasado varias veces en el Pacífico, varias en el Índico, varias en el Atlántico, varias en el Caribe…. etc. Y en todos los sitios lo hemos disfrutado enormemente. Hemos surfeado; hemos pescado; hemos buceado; hemos navegado; nos hemos bañado con delfines, tortugas, tiburones y ballenas; nos hemos construido jacuzzis de arena mezclando el mar con los manantiales termales o simplemente las hemos admirado.

Las playas y el mar han supuesto gran parte de este viaje, dejo algún ejemplo de lo que hemos visto y a vosotros decidir si consideráis que alguna gana.

martes, 2 de noviembre de 2010

NUESTRO CUMPLEAÑOS





El 4 de noviembre de 2009 salimos de Málaga. Teníamos una combinación de billetes un poco extraña que nos hacía pasar por Londres (y cambiar de aeropuerto a las tantas de la madrugada) y por Nueva Delhi, para llegar finalmente a Katmandú. Una vez allí nuestra intención era visitar el Tíbet, Nepal y la India para volver después hacia el oeste a cubrir la etapa africana.

Las semanas de antes de salir fueron como una carrera de obstáculos para llegar a todo lo que queríamos llegar y dejar resuelto todo lo que necesitábamos. Entre despedidas, maletas y gestiones se nos pasaron los últimos días en España. Una vez en el avión, entre siesta y siesta, Hispana y yo nos imaginábamos cómo podía ser aquella primera etapa del viaje. Salíamos con muchísima ilusión e incertidumbre de lo que teníamos por delante.

El viaje lo habíamos planteado para empezarlo unos meses antes pero los detalles y gestiones que había que dejar cerradas eran tantas que nos metimos en el mes de noviembre. Las fechas nos forzaron a cambiar el itinerario. En principio, pretendíamos hacer una línea semiológica y no “volver nunca hacia el oeste”. Lo cual suponía bajar a África y de allí ir siempre hacia el este, pero al final las fechas se nos echaron encima y si seguíamos esa ruta inicial, el invierno nos iba a alcanzar imposibilitándonos la visita al Tíbet. Hispana se puso con internet y encontró una combinación de billetes absurda desde el punto de vista de los kilómetros pero súper lógica desde el punto de vista de los euros. Resulta que volábamos Europa-Asia-África-Asia por casi el mismo precio que Europa-África-Asia. Con lo cual estábamos más tiempo de aviones (que nos daba igual) pero no teníamos que renunciar a ver el Tíbet que era una de mis prioridades.

Al final, todo salió estupendamente y conseguimos encajar todo lo que queríamos con alguna excepción que dejamos apuntada para próximas escapadas. Ha sido un año completo de aventuras y experiencias que ya termina. Desde México, con Hispana en casa y ya solo teniendo agua de por medio, voy teniendo más la cabeza en mi próximo futuro a la vuelta, que en lo poco que me queda ya por recorrer. Pienso más en, hacia dónde voy a orientar mis esfuerzos laborales, que en los próximos destinos de surf. Voy dejando que la realidad de la vida que me espera vaya entrando poco a poco en mí para que no me sorprenda de golpe a la vuelta. Voy dejando que las memorias de todo el año se vayan asentando y dejen de revolotear por mi cabeza hipnotizándome y pidiéndome más guerra.

Voy dejando que nuestra aventura se acabe.