lunes, 18 de octubre de 2010

UNA INMERSIÓN IMPRESIONANTE. EL CENOTE DE LOS DOS OJOS








La península del Yucatán en el sur de México, formada en su mayoría por material calizo, está horadada por un complejo e intrincado sistema de ríos y lagos subterráneos que forman galerías, cuevas y cavernas inundadas de enorme belleza. Los Cenotes. Son la más parecido a las cuevas que todos hemos visitado alguna vez, pero con la enorme particularidad de que no están “llenas” de aire sino de un agua tan transparente como el aire. En los cenotes, la claridad del agua es tan enorme que a veces te olvidas del medio en el que te desplazas. Es una sensación extraña, de como si estuvieras flotando por una cueva llena de estalactitas y estalagmitas sin reparar que está llena de agua hasta que de pronto se te cruza un pececito que se siente atraído por la luz de tu linterna. Es un poco como ese placentero sueño que creo que todo el mundo hemos tenido alguna vez que consiste en estar nadando a braza a media altura por el salón de tu casa o por dentro del Museo del Prado, etc.

Más que una inmersión, es una visita a una cueva con grandes salas, galerías, angosturas y formaciones kársticas, que al estar sumergidas son mucho más especiales. Pero lo más espectacular es cuando coincide que el agua no llega al techo de la cueva y hay chimeneas o aberturas naturales por donde se cuela la luz del sol. Se crea un entorno en el que ves desde el fondo de arena blanca, las paredes marrones y blancas “azulando” según se alejan de la superficie y los verdes del exterior reflejándose en el agua quieta y el perfil de la abertura visto desde abajo con la distorsión del prisma del agua que hacen que para mí, la inmersión en el cenote haya sido la más especial de mi vida y para Hispana ha sido una inmejorable mezcla entre inmersión, espeleología, deporte y naturaleza.

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