lunes, 30 de agosto de 2010

ENTRAMOS EN LA MÁQUINA DEL TIEMPO. ABRÓCHENSE LOS CINTURONES




El día 24 de agosto del 2010 a las 20:00 horas nos metimos en un avión en Tonga y después de 90 minutos de vuelo aterrizamos en Samoa a las 21:30 del día 23 de agosto. ¡Un día antes! Acabábamos de atravesar la línea internacional de fecha de oeste a este ganando un día.

De allí volamos a Los Angeles y tras casi 10 horas de vuelo llegamos a Los Ángeles a las 13:00 del 24 de agosto; unas 7 horas antes de nuestra hora de salida de Tonga… Una paranoia.

Dando la vuelta al mundo hacia el este ganas un día y dándola hacia el oeste lo pierdes. Por eso el 24 de agosto de 2010 va a ser un día que no vamos a olvidar porque realmente ¡lo hemos vivido dos veces!

sábado, 28 de agosto de 2010

BIENVENIDOS AL REINO DE TONGA










Tonga es un pequeño país de la Polinesia, difícil de encontrar en el mapa, incluso sabiendo por donde cae. Tiene unas 170 islas (algunas están en la frontera de ser consideradas como tales) y menos de 50 están habitadas. En el país viven unas 100.000 personas y fuera de él otras 100.000. Es de los pocos sitios del Pacífico (y del mundo) que nunca ha sido conquistado y tienen un rey que se pasea en bicicleta por la isla y una reina que vuela en Air New Zealand con nosotros. El límite de velocidad en todo el reino es de ¡40 km por hora! excepto en la isla principal en la carretera que va hacia el aeropuerto donde es de 65km/h

La gente es encantadora y enorme (dos rasgos típicos polinesios) y son una sociedad sencilla y feliz. Son constitucionalmente cristianos, hasta tal punto que los domingos no abren ni las gasolineras y TODO el mundo se viste con lo mejor que tiene y se va a misa. Los hombres de chaqueta, corbata, falda negra con sobrefalda de tela de saco y chanclas y las mujeres con vestidos tradicionales, normalmente negros y cinturones con chorreras de esparto. La misa es un auténtico espectáculo folclórico por los atuendos y por los coros. En la polinesia son típicos los cantos polifónicos y por lo general, lo hacen estupendamente. Dentro de la Iglesia, todo el mundo participando y con esos corpachones, consiguen hacer temblar las paredes y dejar sin habla a los turistas. Es una experiencia preciosa.

Pero realmente fue, una vez más el surf y sobretodo la posibilidad de otra experiencia preciosa lo que nos ha traído hasta aquí. Tonga es de los pocos países del mundo en el que es posible nadar con ballenas e Hispana y yo lo hicimos. Ha sido otra vez, de esas experiencias increíbles que no olvidaremos en la vida. De junio a octubre, año tras año suben desde la Antártida las ballenas jorobadas para dar a luz y criar a sus recién nacidos o para aparearse. Es un viaje poco apetecible, porque aunque se alejen del invierno antártico y suban a unas aguas tranquilas y templadas, pasan todos esos meses prácticamente sin comer. Por supuesto se han preparado previamente y vienen cebadas de kril (gamba de los océanos glaciales con altísimo poder nutritivo). El hecho es que cuando vuelven hacia el sur han perdido un tercio de su peso, que en estos animales puede suponer hasta 10.000 kilos perdidos. Parece mentira que las madres, incluso sin comer, son capaces de producir hasta 600 litros de leche diarios que se devora un tragón que gana unos 50 kg de peso al día. ¡Todo es grande!





El rato en el agua fue corto pero intenso, estuvimos con una madre y su hijo un ratito en una zona de unos 15 m de profundidad y mucha visibilidad. Las ballenas estaban tranquilas con las cabezas hacia abajo cerca del fondo y las colas hacia arriba, cerca de la superficie, llenando casi todo el espacio disponible. A veces nadaban un poco y nos hacían perseguirlas. Fue una preciosidad acercarse a su mundo desde el agua y ver de cerca un poquito de su vida. De vuelta en el barco empezaron a hacer alardes de fuerza y tamaño, asomando la cabeza el pequeño y sacudiendo fuertemente la cola la madre, montando un “pollo” espectacular. Otra vez nos quedamos con ganas de más.

martes, 24 de agosto de 2010

NUEVA ZELANDA MÁGICA. DOS TESOROS EN UN DÍA












La despedida de Nueva Zelanda, no ha podido ser mejor. La isla sur nos tenía preparados dos tesoros para el último día. El primero fue encontrar (gracias a unas indicaciones de unos alemanes) unas aguas termales en una zona de montaña a la vera de un río. El río bajaba casi congelado y el manantial emergía casi hirviendo. Cuando llegamos allí nos encontramos que ya estaba hecho el trabajo duro. Con piedras habían hecho varias piscinas cada una con una temperatura. Al llegar nos cruzamos con un grupo de jubilados que se iba y para despedirse se metían en el gélido río… ¡ole sus castas!

Hispana y yo estuvimos un buen rato disfrutando del baño y del paisaje antes de encaminarnos a Kaikoura para el segundo tesoro del día. Kaikoura es un pueblo de la costa oeste en el que muy cerca hay una enorme fosa submarina. Eso hace que allí haya una colonia permanente de cachalotes (que se alimentan de los calamares gigantes que viven en las grandes profundidades), además de focas, delfines y algunos pingüinos. No tuvimos tiempo para salir a ver los cachalotes (algo precioso que yo había hecho en la visita anterior) pero yo tenía un as en la manga. Los mismos alemanes que nos dijeron lo de las aguas termales me habían dicho un secretillo precioso cerca de Kaikoura.

Resulta que a unos 20 km al norte hay una colonia de focas en una playa donde además desemboca un río. La playa está llena de focas por todos lados pero no se ven focas pequeñas. Remontando un poco el río tierra adentro te encuentras con una cascada de unos 15 metros que ha formado una piscina de otros 15 o 20 m de diámetro. Nada más llegar, miras a la caída de agua pero cuando bajas la vista, ves que en la piscina hay no menos de 30 focas pequeñas jugando, dando saltos y pasándolo en grande. ¡Ahí estaban las foquitas! Al momento de que ellas te ven les empieza a picar la curiosidad hasta que se acercan a olerte. Son como cachorritos de perro acuático; simpatiquísimas. La situación es tan mágica y además estamos Hispana y yo solos, que nos cuesta horrores irnos de allí y solo lo conseguimos mirando el reloj y dándonos cuenta que tememos otro avión que coger…

ISLA SUR. GLACIARES Y COSTA OESTE











Todo el mundo nos había hablado muy bien de esta parte de Nueva Zelanda y no defraudó. El paisaje aquí es francamente increíble, bosques que nunca se acaban donde no cabe un solo árbol más, playas preciosas rodeadas de naturaleza y con olas sin gente, montañas nevadas, ríos, lagos y caídas de agua por todas partes… Pero quizás lo que más me impresionó fue ver glaciares y el paisaje que dejan a su paso. Es precioso ver como cortan la montaña en vertical dejando un valle en forma de U y cómo dejan a su paso enormes cantidades de piedras grises en forma de lascas. Me impresionó verlos de cerca y mirar a lo lejos la lengua de nieve y pensar que ese hielo lleva ahí millones de años. Como casi todo en la naturaleza son cambiantes y lo mismo avanzan que retroceden en función de la temperatura, las nevadas…

En esta zona hay campings públicos por todos lados. Son muy básicos pero están en sitios preciosos y acampa quien quiera. Tienen una hucha para que cuando te vayas pagues un precio simbólico por el uso del camping. La única incomodidad ha sido el frío por lo que es una zona que invita a volver en verano.

ISLA SUR. MILFORD SOUND, LA TIERRA DE LOS FIORDOS









Milford Sound es un firodo de origen glaciar del suroeste de la isla sur. Es un poco lo que debe ser el paisaje noruego (no hemos estado en Noruega) pero con toques neozelandeses. Simplemente la carretera para llegar hasta allí ya merece la pena, pero una vez que llegas, un paseo de unas 3 horas en barco hasta el mar abierto es una gran recompensa.

En esta zona de la Isla Sur ha sido donde más frío hemos pasado, despertándonos incluso con una finísima capa de escarcha dentro de la furgoneta. Menos mal que íbamos muy bien equipados con 2 sacos de dormir abiertos y un buen edredón.

domingo, 22 de agosto de 2010

ISLA SUR. QUEENSTOWN Y WANAKA














Queenstown y Wanaka están al sur de la Isla Sur en una zona de montaña y lagos naturales. Si el país en general es bonito, esta zona “se sale”. La visón de cumbres nevadas por todos lados, las tonalidades de verde y los lagos de montaña, quietos como espejos, reflejando “todo lo que ven” hacen un paisaje súper atractivo.

Hispana y yo llevamos juntos 6 años y manda “hue…” que nunca habíamos esquiado juntos y ha tenido que ser en el otro lado del mundo y en pleno mes de agosto cuando lo hemos conseguido. Fuimos a una estación que se llama “Treble Cone”, cerca de Wanaka. La estación es mediana y tiene solo dos remontes, pero muy bien pensados, de forma que cada remonte da acceso a 20 pistas de todos los niveles. Otro punto de esquiar en Nueva Zelanda es que NUNCA hay colas. Y si eso lo unes a lo bonito que es todo resulta que es un gustazo. Desde arriba las vistas son inmejorables, cumbres nevadas y lagos por todos lados, poca gente, buen ambiente, no hay macarras, parking gratis… (sin querer lo voy comparando con Sierra Nevada).

Queenstown por otro lado además de tener estaciones de esquí, es como la capital del mundo de los deportes extremos. Yo había hecho varias cosas cuando estuve por aquí la otra vez, pero no quería que Hispana se perdiera el Jet Boat. El jet boat se inventó aquí para poder navegar en sus ríos. Éstos son anchos y poco profundos, por lo que una barca con una hélice normal era inviable. Idearon un sistema para “meter” la hélice dentro del casco, de forma que a través de un tubo succionara agua del río y a través de otro orientable la expulsara por detrás, facilitando los cambios de dirección. Este sistema además de posibilitar la navegación en zonas con pocos centímetros de agua, resultó ser rápido y muy maniobrable. Es el sistema que usan las motos de agua. Un paseo en jet boat es una locura. Te meten en una súper barca, con dos motores de 300 caballos que expulsan 400 litros de agua por segundo cada uno. Te llevan por la garganta de un río muy poco profundo y pasan como balas. El piloto va “tirao” hacia la pared de piedra y en el último segundo aparta la proa para no estrellarse y justo cuando estás diciendo “que bien que no nos hemos chocado” el tío está acercando la popa. Muy divertido. Hay muchos videos que ver poniendo en google “shotover jet”.

Allí también nos cayó una gran nevada que puso a prueba la capacidad de adaptación de nuestras mini maletas, aunque al final con algo de frío lo superamos también.