lunes, 1 de febrero de 2010

TRANSPORTE EN MOZAMBIQUE





El transporte en Mozambique NO ES NADA FÁCIL. Repito, nada fácil…

Mozambique es un país que ha sufrido 2 guerras en un intervalo muy corto de tiempo. Primero la de la independencia de los portugueses entre 1965 y 1975 que deja a Mozambique destrozado y en bancarrota. De ahí hay un periodo de intentar resurgir pero hay potencias externas que se interesan por tomar el control o simplemente desetabilizar el país. Por un lado están las potencias marxistas que entran en el país que ayudan a establecer los gobiernos locales y por otro las potencias “blancas” vecinas (Rodeshia, Hoy Zimbabue y la Sudáfrica del apartheid) que no quieren dejar crecer las naciones negras. Estos dos últimas crean un frente guerrillero llamado Renamo que desetabiliza el país. Con esa situación y tras alternativas sequías y riadas, estalla la guerra civil que aniquila Mozambique desde 1983 hasta 1992. Pero que como todas las guerras ha sido desastrosa para el país al que dejaron “minado de minas” Tras el final de la guerra y pasado ya un razonable periodo de estabilidad política Mozambique se abre al mundo y al turismo recientemente.

Como decía al principio no es fácil desplazarse en este país. Apenas se alquilan coches (necesariamente tienen que ser 4x4 por el mal estado de las carreteras y son carísimos) pero lo peor del transporte individual es que hay zonas que todavía están minadas y conviene ir con conductores locales para saber qué zonas son seguras. El tren es tan lento y llega a tan pocos sitios que no es una opción a valorar y los vuelos internos son escasos y caros. Quitando todo eso sólo nos quedan los autobuses. Pues bien, hay 2 tipos de autobuses, los “normales” y los minubuses. Los “normales” salen a horas intempestivas de la madrugada como por ejemplo a las 2:30, 3:30, 4:30… y tienen un nivel de hacinamiento alto. Esto traducido significa que todo el pasillo está lleno de gente y bultos.

La segunda opción son los minibuses (o aquí llamados “chapas”) que son furgonetas a las que le han quitado el maletero para sacar otra fila de asientos y a las que en el pasillo les han acoplado más asientos por lo que tienes que entrar saltando por encima de las maletas y de la gente (recuerdo un día que un señor mayor se salió por la ventana de lo difícil que le era salir por el “pasillo”). Estas chapas salen continuamente a medida que se van llenando de gente así que se pueden coger prácticamente a cualquier hora. En estos minibuses el nivel de hacinamiento es INFINITO. Esto significa que meten a un número de personas que nunca tiene fin y que cuando crees que ya lo han llenado, todavía queda por entrar el doble de gente de la que ya hay. Los pasajeros llevan gallinas vivas, antenas parabólicas, sacos de 20 kilos, maletas… y hay uno o dos bebés por cada mujer (a los que le dan el pecho con mucha naturalidad). Por supuesto no ponen el aire acondicionado y el contacto humano es total. Te tocas con el de un lado, con el del otro, con el de delante y con el de atrás. Es curioso porque al principio te da apuro reclinarte para dar una cabezadita, pero tras coger varias chapas y estar un poco entrenado terminas apoyando la cabeza muy cerquita del de al lado y te das cuenta de que… ¡no pasa nada!. Eso si no es el de al lado el que apoya su cabeza en ti…entonces si que no pasa nada.

Estas chapas paran cada dos por tres a que se baje o suba gente e incluso a hacer la compra en cualquier mercado (lo que supone que la gente se vuelve a subir con bolsas y bolsas de patatas, verduras, cocos…) y tú te preguntas, “Dios mío de mi vida, pero ¿cómo va a caber aquí tanta gente?” pues cabe. Ignacio dice que siguen la misma técnica de cómo meter a 4 elefantes en un “600”: pues 2 delante y 2 detrás…
Bueno, estoy escribiendo esto y creo que no soy capaz de reflejar con exactitud cómo es el nivel de hacinamiento. Te terminan doliendo las rodillas, la espalda, descubres que eres capaz de sudar más de lo que creías (no olvidemos que estamos como a 35 grados), te ponen la música a tope (a veces reggae-ton, que si; también ha llegado hasta aquí). Pues si esto no es bastante, también huele regu. El olor a sudor desprendido es algo significativo que también quiero recalcar.

Ignacio ha descubierto con este medio de transporte que es claustrofóbico (por lo visto le viene de la familia Higuero. Los antecedentes son el abuelo en la fila de atrás de un coche familiar en plena calle Larios, la abuela en la cueva de la Pileta en Ronda y Mariquilla encerrada en el coche en Algeciras en la comunión de Fafa). Sentados el otro día en una “chapa” nos tocó detrás, los últimos, en una fila donde las ventanas no se abrían. Íbamos ya 4 personas en una fila (que nos parecía ya ir apretados) y entonces se sube otro que supuestamente tenía que sentarse en nuestra fila (con lo cual seríamos 5 en una fila…). De repente Ignacio se levanta y empieza -¡Me voy de aquí!, -¿Qué dices?”, -¡Que me voy de aquí!, -pero bueno ¿a dónde vas?, -¡Espikin que me voy de aquí, que no puedo!, - Pero bueno, ¿y qué hago yo?, - Tu quédate si puedes ¡pero yo me voy!… y acabó sentándose en un taburete en el pasillo con mejor acceso a la ventana para poder “respirar”.

Bueno, dicho esto, éste es el transporte que estamos utilizando Ignacio y yo en Mozambique, sobre todo por falta de alternativas. Bueno éste y montarte en coches de gente que va al mismo destino que tu y te cobran para pagarse el viaje con lo que vas sentada en la caja de una camioneta llenándote el pantalón de grasa, recogiendo ancianas por la carretera que se suben con una agilidad impresionante, parando a comprar leña, en las aldeas a soltar gente, aprovechando para dejar unas piezas en el taller…
Realmente el transporte es lo peor de Mozambique pero todo lo demás te compensa los malos viajes.

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